viernes, 1 de mayo de 2015

Lo que hemos aprendido a través de la Línea Aborto

Artículo publicado en el Correo del Orinoco
23 septiembre 2014

 Hace un par de años que empezamos a sostener un servicio de atención telefónica para mujeres que interrumpen sus embarazos.

Gracias al derecho a la información, democratizamos el protocolo correcto para la utilización del misoprostol (cytotec) en su uso abortivo. Su venta es ilegal, pero las mujeres igual lo consiguen sin saber utilizarlo correctamente, poniendo en riesgo su salud.
Como esta realidad es común a varios países, se han activado líneas telefónicas a través de las que transmitimos información entre mujeres, para salvarnos la vida.
Cuando activamos la línea acá, veníamos preparadas por los relatos de otras compas latinoamericanas, principalmente argentinas y ecuatorianas: “todas las chicas que llaman ya decidieron abortar”, “No tienen nadie más con quién hablar del tema”, “a veces lo hacen a escondidas del marido”, “van a atender a chicas violadas que nadie más quiere atender”.

Y así fue. Miles de posibles historias que conocíamos por el contacto con otras mujeres, por la amistad, por la militancia, activadas de pronto en la cotidianidad, brutal e innegablemente presentes.
Nos encontramos produciendo evidencia que rompía con muchos de los mitos que solemos manejar como certezas sobre el aborto.

Resultó que el teléfono llegaba a sonar hasta seis veces por día.
Que, efectivamente, las chicas que nos llamaban ya habían decidido abortar. Que la información sobre el uso de las pastillas se las daba el traficante de cytotec. Que no eran chicas adolescentes que habían tenido sexo borrachas sin cuidarse. Que la gran mayoría deciden abortar por causas económicas. Que muchas habían usado métodos anticonceptivos, pero habían fallado. Que el porcentaje de mujeres violadas que nos llaman es demasiado alto (7%). Que estaban solas. Que no lo habían hablado con nadie. Que igual lo iban a hacer. Que podrían haber muerto. Que estábamos salvando vidas.

La experiencia de tener contacto diario con otras mujeres que podían contar con nosotras para relativizar la realidad de que el aborto lo vivimos solas, escondidas y arriesgando nuestra salud nos da la certeza de que el proyecto de la línea no puede parar.
Constatamos que el aborto no es una hipótesis, sino una realidad cotidiana condicionada brutalmente por la condición de clase de cada mujer.
Que no podemos ignorar lo que pasa cada día. Que hay que luchar por la despenalización este mes, como todos. El teléfono sigue sonando, todos los días.

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